lunes

Un arte que encanta y encandila a nuestros niños no puede ser del todo malo

Por Eric Alliez.
Evidentemente, si se trata de señalar que el arte, en tanto que contemporáneo, vive en el mundo de la mercancía (que es lo que el Pop Art se ha encargado de recordarnos), en la edad del architainment (tal y como Norman Klein la ha definido) y en interacción constante con el hipertexto del « mercado » (de lo que no se ha salvado ni el Gran Arte ni el Arte puro), que se expone en/para un mundo en donde la forma-espectáculo del consenso cultural hace parte de la reducción de lo político a la cultura del consenso, y que no es suficiente titular una exposición Más allá del espectáculo para estarlo… Pero justamente : el choque frontal de los valores producido por MacCarthy en ese marco cortocircuita muy especialmente los valores del consenso, para entregarlos a un muy espectacular Más allá.

Vea, sino, el uso a la contra al que se presta su observación : toda acción artística que se limite a hacer resonar estéticamente la Ciudad Global de los consumidores-turistas, reproduciendo el standard de una imagen genérica, es, por definición, « ininteresante », porque carece de principio de existencia alternativo. (¿Una última definición del Arte ?) Lo que, a nivel museístico que usted me había opuesto al principio, se vuelve tanto más « interesante » el caso en donde eso se desbarata (el efecto Beaubourg), donde eso resiste. Lo que nos lleva de nuevo al arte container de la Kunsthalle -de la que no se sabe aún muy bien si será demolida o reducida a proporciones más modestas, después de transferir algunas de sus actividades a un barrio lujosamente « rehabilitado »-, y a los niños…